viernes, 22 de agosto de 2008

Perú: El error histórico de Alan García

21 de agosto del 2008
Alan Gabriel Ludwig García Pérez o simplemente Alan García, viene repitiendo por todos los medios a su alcance (radio, prensa, televisión) que el Congreso cometerá un “gravísimo error histórico” si deroga los decretos legislativos expedidos por su gobierno y que se orientan a afectar la integridad territorial de las comunidades indígenas. Esta es una ocasión propicia para recordar un gravísimo error histórico de García.
Como lo ha evidenciado René Cárdenas, en un comentario ingresado a Servindi, Alan ha cometido el error histórico de traicionar los postulados de Víctor Raúl Haya de la Torre, mentor ideológico del partido aprista, quién -a diferencia de García- valoró la comunidad indígena como una herencia del Perú prehispánico y la consideró una institución clave para el desarrollo nacional.
Veamos lo que dice Haya de la Torre sobre el cordón umbilical que une el ayllu prehispánico a las comunidades indígenas que en la época republicana sobreviven luchando contra el feudalismo invasor:
“Al desaparecer el imperio, al extinguirse la civilización incásica, todo cae: religión, organización política y teocracias. Hasta los cimientos del poderoso imperio se derrumban con los muros de sus monumentos grandiosos. Mas de la catástrofe queda lo indestructible hasta hoy: el sistema comunista, la comunidad, el ayllu. Queda en materia y en espíritu, si puedo usar libremente de este vocablo. La comunidad se enfrenta al feudalismo invasor y no desaparece. Vive luchando.” El Antiimperialismo y el APRA
Haya reconoce las amenazas que viven las comunidades frente a la gran propiedad, representada entonces en el feudalismo y también en el imperialismo, que constituiría para el sector popular un sector de defensa:
“La zona económica agraria que comprende el campo de lucha entre la comunidad incásica y el feudalismo, es vasta. La primera victoria revolucionaria en esa zona tendrá que ser la de la comunidad sobre el latifundio (…) Las fronteras de la opresión feudal no serán las fronteras de la reivindicación campesina. Ya hemos visto que con relación al imperialismo esa zona constituye, también, un sector de ofensiva y, por ende, para nosotros un sector de defensa.” (Ob. citada)
Para Haya -al igual que para José Carlos Mariátegui- la comunidad indígena es una institución que con el apoyo necesario puede contribuir a la economía nacional. Al respecto dice:
“Intensificada la producción, organizada sobre la base de la restauración de la comunidad agraria, evolucionada, modernizada, impulsada con todos los elementos de la técnica moderna y organizada cooperativamente, Indoamérica será el granero y el establo del mundo. La reivindicación del indio como hombre y de su sistema como método de producción, son imperativos por razones económicas. El índice de producción se elevará extraordinariamente.” (Ob. citada)
Mientras que para Alan García las comunidades actuales son creaciones postizas, coloniales, sin ninguna raíz en el pasado, para Haya son instituciones en las cuales anclar el futuro. Mientras que para Alan García las comunidades son “perros del hortelano” que no comen ni dejan comer para Haya las comunidades son las bases para “acelerar el advenimiento del porvenir”:
“La base, como habrá notado el lector, está en los millones de trabajadores indígenas del campo y de las minas, que alientan como anhelo sagrado para el futuro la restauración de un sistema social del pasado. Restaurado en esencia o modernizado por la técnica contemporánea, habremos utilizado el pasado, como ningún otro pueblo, en condiciones favorables para acelerar el advenimiento del porvenir.” (Ob. citada)
Una pequeña corrección al viejo Haya es que las comunidades actuales no anhelan restaurar algún sistema del pasado. Lo que desean las comunidades -sean campesinas o nativas- es que respeten sus propias opciones de desarrollo, el Estado peruano les brinde asistencia técnica y apoyo financiero para su progreso y bienestar, pero respetando su propiedad colectiva sobre la tierra y sus recursos naturales.
Los detractores de las comunidades indígenas no quieren entender de manera interesada que la propiedad colectiva de las comunidades también es propiedad privada. En consecuencia, debe ser respetada tan igual como el sistema jurídico defiende con extremo celo la propiedad privada individual de los banqueros o los inversionistas.
Desde la Revolución de la Independencia, que nos liberó formalmente del colonialismo, los pueblos y comunidades indígenas demandan una Política de Estado que promueva el desarrollo de las comunidades.
Sin embargo, no sabemos de una ley que fomente -con creatividad e imaginación- el desarrollo comunitario y promueva mecanismos eficaces para el desarrollo tecnológico y empresarial de las comunidades a pesar de que son instituciones con personalidad jurídica que poseen bienes, capitales y recursos de diverso tipo.
La postergación y olvido de las comunidades en la agenda pública es una constante histórica a pesar que han resistido un sinnúmero de avatares y agresiones a su integridad, a pesar que durante mucho tiempo han venido y vienen subsidiando con los precios bajos de sus productos la alimentación y el crecimiento de las ciudades.
El viejo Haya de la Torre murió firmando la Constitución Política de 1979 donde se estamparon tres artículos fundamentales para las comunidades indígenas y que los políticos, especialmente los apristas, deben recordar:
“Artículo 161. ­La Comunidades Campesinas y Nativas tienen existencia legal y personería jurídica. Son autónomas en su organización, trabajo comunal y uso de la tierra, así como en lo económico y administrativo dentro del marco que la ley establece. El Estado respeta y protege las tradiciones de las Comunidades Campesinas y Nativas. Propicia las superación cultural de sus integrantes.
Artículo 162. ­El Estado promueve el desarrollo integral de las Comunidades Campesinas y Nativas. Fomentan las empresas comunales y cooperativas.
Artículo 163. ­Las tierras de las Comunidades Campesinas y Nativas son inembargables e imprescriptibles. También son inalienables, salvo ley fundada en el interés de la Comunidad, y solicitada por una mayoría de los dos tercios de los miembros calificados de esta, o en caso de expropiación por necesidad y utilidad publicas. En ambos casos con pago previo en dinero. Queda prohibido el acaparamiento de tierras dentro de la Comunidad
De un segundo gobierno del Partido Aprista por lo menos se esperaba como primera acción restablecer la Constitución de 1979 y sepultar la espuria e ilegal Constitución fujimorista de 1993. Pero esta es otra promesa de campaña incumplida que le resta credibilidad a la palabra del gobierno.
También se esperaba -sobre la base de una economía estable y en expansión- políticas públicas de largo alcance, que hagan viable la legítima aspiración de un desarrollo humano y sostenible, cautelen los intereses nacionales, reivindiquen y fortalezcan la institución comunal, respeten su derecho colectivo al territorio colectivo y promuevan su bienestar integral.
Pero Alan Gabriel Ludwig García Pérez o simplemente Alan García ha elegido convertirse en el prestidigitador que promueve la quimera del desarrollo por la vía neoliberal, e ilusiona a las comunidades con que únicamente podrán salir de la pobreza, hoy, con su gobierno. ¿Cómo? Fragmentando la comunidad, parcelando sus tierras y asociándose individualmente al gran capital privado.
El gobierno no ofrece otro camino, ninguna fórmula alternativa para propiciar el desarrollo sin que los comuneros dispongan de sus tierras colectivas que es lo que unifica a las comunidades y les otorga una protección legal especial.
Alan García está ahora en campaña para impedir que el Congreso anule las brechas legales que hacen viable la disolución de las comunidades y que el gobierno aprobó ilegalmente cuando se le dio atribuciones para adecuar al país al TLC con Estados Unidos. Este es un gran error y una traición histórica de Alan García a los postulados primigenios de Haya y el APRA.

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