jueves, 25 de septiembre de 2008

Perú: Bolivia y la política del embudo

Por Santiago Pedraglio
El presidente peruano Alan García fue el gran ausente en la reunión de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en Chile, que condenó los intentos golpistas de los opositores al gobierno del presidente de Bolivia, Evo Morales, y alentó una mesa de diálogo conducida por el “legítimo gobierno”. Incluso asistió el presidente de Colombia, Álvaro Uribe. Perú envió a su canciller.
Si bien el gobierno peruano publicó días antes un comunicado de apoyo a la democracia en Bolivia y al gobierno legalmente constituido, la solitaria ausencia es sintomática. Como lo es haber concentrado la preocupación de la Cancillería -y de encumbrados congresistas oficialistas como Luis Gonzales Posada- en criticar un desafortunado comunicado del gobierno boliviano que mencionaba, sin precisar nombres, la participación de “sicarios peruanos y brasileños” en la masacre de Pando. Un error grave, pero secundario en el contexto general de la crisis. No sirve, en todo caso, como excusa para faltar a la reunión mencionada, y así lo demuestra la asistencia del presidente del Brasil.
En el ámbito de la prensa peruana, llama la atención el doble estándar de la mayoría de medios al informar sobre los bloqueos de carreteras y similares. Si ocurren en el Perú, son promovidos por violentistas que atentan contra la democracia y pretenden crear el caos; si son en Bolivia, no son golpistas ni separatistas, y las acciones violentas se comprenden porque se dan como respuesta contra el modelo estatista. Lo mismo se vio cuando en Argentina el bloqueo agrario duró más de un mes. Además, del trato de los medios peruanos se colige que en Bolivia el golpismo resultaría admisible contra el proyecto de Constitución indigenista y presuntamente pro chavista que Evo Morales quiere instalar.
Es decir: cuando acá protestan los sectores populares, la crítica es implacable pues está de por medio, se dice, la defensa de la democracia. Si la protesta la lideran sectores de clase media o alta en Argentina o Bolivia, es una justificada reacción contra un modelo económico inaceptable.
La democracia, dicen algunos teóricos, es un conjunto de derechos y un procedimiento para dirimir legalmente los conflictos: sería conveniente defenderla al margen de la afinidad con uno u otro bando. Sin duda, en cuanto a la democracia, hay dos problemas en la mayoría de países de la región: uno, que el estado está muy lejos de la gente; y otro, que si el gobernante no tiene una propuesta inclusiva, sea de derecha o de izquierda, el entrampamiento político es inevitable. No es gratuito, por eso, que Evo Morales esté negociando con sus adversarios, y estos con él.
Por lo pronto, ya anunció que la Constitución incluirá las autonomías. Y, a propósito, ¿los hinchas peruanos de los cruceños estarán de acuerdo con que algo semejante se incluya en la Carta nacional?

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